La arquitectura Futurista fue un movimiento artístico de comienzos del siglo XX que rechazó la estética tradicional e intentó ensalzar la vida contemporánea, basándose en sus dos temas dominantes: la máquina y el movimiento. Su propósito era despertar al mundo de la apatía cultural en que estaba sumida desde fines del siglo XVIII, atacaba a los museos y academias, al culto de lo antiguo y a todo el arte de otros tiempos.
El futurismo exigía la constitución de un nuevo concepto artístico basado en la velocidad, que entendían como característica fundamental de la vida moderna. Los integrantes del Movimiento Futurista presentaban en arquitectura un proyecto utópico, apoyado en la Ciudad Nueva, donde la medida ya no sería dada por el edificio, sino por la estructura urbana, apostando por las nuevas tipologías arquitectónicas, como estaciones de tren y aeropuertos, centrales eléctricas, casas escalonadas con ascensores. Pensaban un nuevo mundo vertical y mecánico, que se conectaría mediante redes de ascensores de hierro y cristal. El problema de la arquitectura futurista no se centra en cambiar los detalles constructivos, de diferenciar el edificio antiguo del moderno, sino de crear una casa futurista adoptando todos los recursos que la ciencia y la técnica ofrecen. Crear nuevas formas, y líneas, una armonía en los contornos y volúmenes. Se trata de crear una arquitectura cuya única justificación esté en las condiciones de la vida moderna. Esta arquitectura debe ser nueva como lo es el estado anímico de la gente.